Vinos de clase mundial
(honestos, humildes y respetuosos)

FRANÇOIS MASSOC

Cómo se hace un vino de clase mundial? -me preguntó un periodista. De la misma manera que un gran artículo- le respondí de súbito. Él me quedó mirando confundido, quizás algo molesto. Un artículo -volví a decir- tiene que tratar un tema importante, estar bien escrito e interpretar con honestidad los hechos.
¿La verdad? Pensó que estaba bromeando, pero yo hablaba muy en serio.
Un vino de clase mundial tiene que nacer en un lugar especial, con una serie de características climáticas y geológicas que favorezcan el desarrollo de una determinada cepa. Los mejores Chardonnay del mundo, por ejemplo, provienen de climas templados y suelos meteorizados, pobres, donde las vides puedan explorar con sus raíces y absorber lo justo y necesario de agua y nutrientes. Hay que alejarse de los suelos fértiles. Son sinónimo de vinos de volumen, muchas veces diluidos y sin carácter. Por eso en Chile decidí escapar de la depresión intermedia e irme hacia los extremos: la costa del Pacífico y la precordillera de los Andes.
Si contamos con el terroir adecuado y un buen material genético de las plantas -eso lo damos por sentado-, tenemos que ser capaces de guiar a las vides para que hagan su trabajo: floración, cuaja, envero, desarrollo de los racimos y maduración de las bayas. El entorno natural, todo lo que rodea a la viña, también es muy importante. Aporta diversidad y mantiene nuestro ecosistema en equilibrio. Es un acto de suprema arrogancia creerse dominadores de la naturaleza. Prefiero trabajar con ella. Respetarla, cuidarla y preservarla para las futuras generaciones.

Tenemos que ser capaces de leer
correctamente cada temporada
y transmitir con honestidad
la personalidad de nuestras
cepas y de su terroir

FRANÇOIS MASSOC

Creo profundamente en el terroir, pero en su más amplio sentido. No nos podemos olvidar del factor humano. Nosotros escogemos los cepajes, los plantamos y cultivamos para hacer vino, para darle placer y felicidad a los hombres y mujeres.
Hasta ahí lo importante -le señalé al periodista.
Ahora, como enólogos, tenemos que ser capaces de leer correctamente cada temporada y transmitir con honestidad la personalidad de nuestras cepas y de su terroir. No creernos artistas, sino ser buenos intérpretes. No basta con tener conocimientos técnicos y toda la destreza del mundo para vinificar. Hay que entender las uvas y sus tiempos, y propiciar las condiciones para que alcancen su máximo potencial de calidad.
Por distintas razones existe una categoría de vinos considerados de clase mundial y que pueden alcanzar precios exorbitantes, ya sea porque provienen de un terroir excepcional, tienen historia o una tradición centenaria, o incluso por los puntajes de ciertos críticos. Los mejores vinos nacen de una actitud de humildad, honestidad y respeto hacia nuestras uvas y nuestros comensales.
No sé si contesté tu pregunta -le dije al periodista-, pero no puede ser de otra manera.